Tarde de cine [Sophia][+18]

Cuando iba de camino para casa en el coche pasé por delante de donde Sophia tenía aparcado el coche, pero ya no estaba, por lo que cuando llegué a casa, en el garaje, pude ver que ella ya había llegado.
Caminé hasta el interior de la casa y cuando entré lo primero que me encontré fue a todos los bichos con los que vivíamos viniendo a saludarme. Los saludé a todos con una gran sonrisa acariciándolos y hablándoles. Era una costumbre que tenía, hablarles a los animales.
- Hola.- Dije después en alto para que Sophia me escuchara. Necesitaba con urgencia darle un beso.

En cuanto la vi una gran sonrisa apareció en mi cara. Se había recogido el pelo y, como cualquier cosa, le quedaba muy bien.
Se acercó y me dio un beso dulce, pero antes de que se pudiera separar le coloqué una mano detrás del cuello, en su nuca, para que no lo hiciera y continué besándola.
Al cabo de unos segundos posé la otra mano, la que estaba libre, en su espalda a la altura de la cintura haciendo que se acercara más a mí.
Había estado esperando este beso durante todo el día, incluso cuando aun no nos habíamos visto.
Despacio, y la verdad es que sin demasiadas ganas de hacerlo, me separé de ella liberándola también de mis manos.
- Eh, ¿te has cambiado?- Pregunté algo extrañado. Ahora llevaba un vestido.

Solté una carcajada cuando me explicó porque se había cambiado de ropa. Suponía que habrían clavado las uñas en la ropa y la habrían roto un poco, o quizás la habían manchado.
- Lo han hecho con amor...- Aseguré excusándolos mientras ella se colocaba detrás de mí y me ayudaba a quitarme la chaqueta. Cerré los ojos al sentir sus labios en mi cuello haciendo que un escalofrío me recorriera el todo cuerpo. Enseguida me di la vuelta y los abrí de nuevo para mirarla. - Además, son listos... ese vestido te queda muy, muy bien.- Dije con voz sugerente observándola de arriba a abajo.

Volvía reír.
- Deberías saber que te miraría con esos ojos aunque estuvieras vestida con un saco.- Afirmé con una sonrisa un poco pícara mientras me acercaba lentamente a ella. Cuando estuve a unos pocos centímetros de ella posé las dos manos sobre su cintura.- Podría incluso mirarte así aunque llevaras una bata de estar por casa de abuela.- Al mismo tiempo que hablaba, iba subiendo despacio las manos, por dentro de la chaqueta, sin despegarlas de ella.- Pero lo cierto es que te prefiero con el vestido.- Tras decir eso apoyé las manos sobre sus hombros, todavía por debajo de la chaqueta, y se la quité haciendo que las mangas se deslizaran por sus brazos hasta caer en el suelo.
Entonces, agaché la mirada con una gran sonrisa para volver a mirarla de arriba a abajo al igual que antes.

Reí en bajo y, tras unos segundos, caminé detrás de ella.
- Eso depende, señora Bush...- Lo de señora Bush había sonado demasiado a la mujer del ex presidente. Sonreí aguantando una carcajada, desde luego no se parecían demasiado, y continué hablando.- ¿Qué ocurriría si yo pretendiera algo con usted?- Le pregunté con el mismo tono de voz que había utilizado ella.
Arqueé una ceja y me senté en uno de los sofás sin apartar la mirada de ella, esperando su respuesta. Esto era divertido a pesar de que seguía pareciendo que hablaba con la mujer de George Bush...

Reí cuando ella lo hizo y también cuando dijo que tendría que currármelo.
En cuanto se sentó sobre mí no lo dudé un instante y volvía besarla. Me gustaban tanto sus besos, eran como mi pequeña adicción, por no hablar de sus piernas.
Mientras la besaba comencé a acariciar delicadamente la suave piel de uno de sus muslos con la mano, subiendo todavía más el vestido.
Separé mis labios de los suyos para besar su cuello despacio, con ternura, y darle un pequeño y juguetón mordisco al lóbulo de su oreja.
- Señora Bush, - Le susurré haciendo que mi aliento chocara contra su oído.- usted es mi vida entera.

Sonreí al escuchar sus palabras. Me había acostumbrado a ella, a sus dulces besos, sus tiernas caricias, la alegre melodía de su risa, su aroma... No quería perderla por nada del mundo.
Nuestros labios volvieron a juntarse y esta vez ella intensificó el beso enredando sus dedos en mi pelo. Volví a reanudar las caricias de su muslo moviendo lentamente la mano de arriba a bajo hasta llegar a la rodilla. La mano que tenía libre la utilicé para rodear su cintura, pegando su cuerpo al mío.
- Antes dije que te prefería con el vestido... ¿Puedo rectificar?- Dije todavía en un susurro después de separarme unos centímetros de ella para mirarla a los ojos con una pícara sonrisa.

No pude evitar sonreír como un idiota cuando me mordió el labio. Me encantaba cuando hacía eso.
- Rectifico: no te prefiero con vestido, te prefiero sin él.- Le dije haciendo que nuestro labios rozaran con cada palabra.- Pero, le recuerdo señorita Bush, que me iba a conceder el enorme placer de ver una película en su compañía.- Dije ahora en tono divertido.- ¿Cuál ha escogido para esta ocasión?- Le pregunté arqueando una ceja con curiosidad pero sin despegar las manos de su cuerpo. Antes de dejar que respondiera le di un rápido beso y volví a mirarla con atención.

Al ver como alzaba la ceja tuve que apretar los labios en una extraña sonrisa para no reírme. Se levantó, puso la película y fue a hacer las palomitas. Todavía no me había dicho que película era y eso, por alguna extraña razón, no me daba buena espina.
Me acomodé mejor en el sofá medio tumbándome, apoyado en el brazo del sillón y con la espalda pegada al respaldo, dejando sitio a mi lado para que Sophia se tumbara junto a mí cuando volviera.
Las letras del principio de la película comenzaron a salir, por lo que me tuve que levantar para coger el mando adistancia y parar el DVD para que ella no se perdiera nada.
Podía escuchar el sonido de las palomitas haciéndose en el microondas y su olor comenzaba a invadir toda la casa. Con el amndo en la mano, para poder después reanudar la película, me coloqué en la misma posición de antes, esperándola.

Cogí las palomitas cuando me las dio y las apoyé sobre mis piernas para que ella pudiera ponerse a mi lado. En cuanto lo hizo la rodeé con los brazos y puse las palomitas a su lado de manera que los dos pudiéramos llegar a ellas.
- Todavía no me has dicho qué película es...- Le susurré al oído, aunque ahora ya no quería que me lo dijera porque ya lo vería, y después le di un suave beso mientras la estrechaba más fuerte entre mis brazos. Unos segundos más tarde, el título de la película apareció en la pantalla: "The last song". Me sonaba mucho, me sonaba de haberla visto anunciar or algo, pero ahora no era capaz de recordar de qué trataba. Aunque, a juzgar por el título, podía suponer que iba sobre música.

Cogí un par de palomitas y me las metí en la boca sin apartar la mirada de la película. Aunque la gente piense lo contrario yo considero que lo más importante de una película es el principio y no el final. Si te pierdes el final puedes ver el resto de la película e incluso si te pierdes alguna parte del medio de la película puedes seguir viendo, más o menos, el resto hasta el final. En cambio, si te pierdes el principio es difícil seguir la película sin dificultades.
A pesar de eso y de que quería ver la película no conseguía estar más de cinco minutos mirando a la pantalla y no mirar a Sophia. Se la veía tan relajada y concentrada que me hacía gracia, además de que como siempre estaba preciosa.

Al final conseguí concentrarme en la película hasta que llegó la parte del funeral del padre y me di cuenta de que Sophia estaba llorando. Me partía el corazón verla así pero no sabía muy bien qué debía hacer. Siempre me pasaba lo mismo, era capaz de consolar a cualquier persona que acabara de conocer, pero cuando se trataba de una persona a la que quería la cosa cambiaba... Era como si la tristeza me paralizara y cada pequeña y débil lágrima me hiciera cada vez más daño por no saber cómo pararlas. En cuando se volvió hacia mí y se tapó la cara comprendí que no quería que la viera así y probablemente tampoco le apetecía que dijera nada en estos momentos.
La abracé todavía más fuerte, sin hacerle daño claro, y cerré los ojos acariciándole el pelo y deseando que eso sirviera para consolarla un poco.

Continué con los ojos cerrados, abrazándola, acariciándola y de vez en cuando dándole algún beso en el pelo para que se calmara hasta que dijo que lo sentía. ¿Lo sentía? ¿Por qué? Abrí despacio los ojos.
- Cariño, no tienes que sentir nada.- Susurré con voz cariñosa y tranquila.
Lo único por lo que podía decirlo era por llorar, pero no era lógico que se disculpara por eso. Quizás era yo el que debía disculparse por no saber qué hacer ni decir, por, a pesar de todo el tiempo que llevábamos juntos, no ser capaz de consolarla. Me separé un poco de ella y posé mis manos a ambos lados de su cara acariciándola con uno de los dedos pulgares y, de paso, atrapando alguna que otra lágrima.